"DE SEIS A OCHO" (Cuaderno Literario de La Tertulia Literaria de Guardamar)

viernes, 5 de junio de 2015

"LA TRENZA", RELATO DE ENCARNITA RUBIO ALONSO DE LA TERTULIA LITERARIA DE GUARDAMAR PUBLICADO EN "GUARDAMAR DIGITAL" EL 03-06-2015

GUARDAMAR DIGITAL 03-06-2015




LA TRENZA                                                                                Encarnita Rubio Alonso
                 

   El mar frente a mí, tranquilo y azul, es el crepúsculo y la luna en toda su plenitud… ¡hermosa¡ –invita a soñar, pensar, recordar… me quedo abstraída en mis pensamientos, un tiempo pasado de niñez, juventud, casi viendo la proyección de una  película; la luna riela con intensidad en las aguas de Guardamar, hoy está tranquila, acaricia suavemente la arena de la playa. Ese murmullo de las olas es la banda sonora de la película.
   Una niña con  trenzas ¡yo¡ que no me gustaba demasiado llevarlas, pero era la forma de ir peinada todo el día, protestaba pero mi abuela decía que para que una mujer no se sintiera nunca triste lo mejor que podía hacer era trenzarse el pelo, de esta manera el dolor quedaría atrapado entre los cabellos y no podría llegar  al resto del cuerpo; había que tener cuidado que la tristeza no se metiera en los ojos, pues los hacía llover, tampoco dejarla entrar en nuestros labios porque los obligaría a decir cosas que no eran ciertas, que no se meta en tus manos –decía– porque puedes quemar las tostadas y derramar el café con leche.
   Y es que a la tristeza le gusta el sabor amargo.
   Cuando te sientas triste, niña mía, trénzate el cabello, atrapa el dolor en la madeja y déjalo escapar cuando el viento sople fuerte.
   Mi abuela tenía una trenza muy… muy larga pero fina que con mucha gracia recogía en un moño en su nuca; quizá por eso nunca estaba triste ni enfadada.
   ¡Oh, mi abuela Dolores¡… su sabiduría, era maravilloso tener una abuela así .
   Decía que nuestro cabello era una red capaz de atraparlo todo, fuerte como las raíces de los álamos de nuestra finca y suave como la espuma del jabón “Heno de Pravia” con que nos lavamos. ¡Que no te agarre desprevenida la melancolía, niña¡ no la dejes meterse en ti con el cabello suelto, porque fluirá en cascada por los canales que la luna ha trazado entre tu cuerpo.
   “Trenza tu tristeza –decía siempre–, trenza tu tristeza.“
   Pasaba el tiempo, seguía con mis cabellos trenzados, ya era una jovencita, me corté flequillo y decidí  cambiar el peinado, en vez de dos solo una trenza que peinaba al lado o detrás, según la ocasión; otras veces lo recogía en una cola de caballo, pero lo tenía  tan largo que era Isabel (la muchacha) quien se ocupaba de ayudarme a peinarlo, hacerlo sola no era posible, ella lo trenzaba con esmero y al final me ponía un lazo para que no se deshiciera; no debía entrar la tristeza, como decía mi abuela.
   Casi tenía dieciocho años, ya llevaba taconcitos de  “pollita”, así se llamaban, medias, carmín en los labios, me veía ya mayor para llevar ese peinado y decidí que me cortaran la hermosa trenza, para disgusto de más de uno; con ella se fue mi niñez y mi adolescencia. ¿Qué diría mi abuela?
   Quizá que trenzara mi tristeza, aunque ya no tuviese la trenza, pero la conservé  varios años, después no sé que fue de ella. ¿Acaso me libraba del frío  del amor en el corazón, en los huesos, de la nostalgia por las ausencias… y de tantas y tantas cosas?
   Pero mañana me despertaré con cantos de golondrinas… el murmullo de las olas y encontraré todas estas cosas, pálidas y desvanecidas al lado de mis cabellos…
   Acabó la proyección con la banda sonora del mar.                                          





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