"DE SEIS A OCHO" (Cuaderno Literario de La Tertulia Literaria de Guardamar)

viernes, 15 de enero de 2016

"AMIGO FÉLIX", RELATO DE JESÚS FERNÁNDEZ ESCRICH DE LA TERTULIA LITERARIA DE GUARDAMAR, PUBLICADO POR EL PERIÓDICO GUARDAMAR DIGITAL (13-01-2016)

Publicado 13-01-2016


AMIGO FÉLIX                                                                            Jesús Fernández Escrich

          Treinta y cinco años después de la trágica muerte del Dr. Félix Rodríguez de la Fuente y sus colaboradores, Teodoro Roa y Alberto Mariano, se han sucedido actos de recuerdo y homenaje a estos hombres que dedicaron su vida a estudiar el mundo natural que nos rodea, y  darlo a conocer al gran público, de una forma tan técnica y a la vez sencilla, como no se había hecho nunca  en nuestra historia televisiva.
          Yo he querido sumarme humildemente a este homenaje, y decidí apoyarme en el realizado por un muy conocido programa llamado “Cuarto Milenio”. Su equipo humano al frente de su director, Iker Jiménez, emitió un largo monográfico, en el que abordaron muchos y variados aspectos de la historia (inclusive las extrañas circunstancias del accidente que les costó la vida) de ese equipo de investigadores que, probablemente, no volverá a constituirse jamás.
          Deseo hacer hincapié en un comentario muy concreto que el Sr. Jiménez vertió en su programa, y que me pareció sumamente interesante, pues lo desconocía. Resulta que Félix, el “amigo de los animales”, el científico analítico que buscaba explicaciones lógicas para el comportamiento de los seres vivos en conjunto, este hombre… creía en la vida extraterrestre; creía en el alma humana y su trascendencia; en la interacción entre las personas a través de esa especie de red invisible, intangible, que se ha dado en llamar “mente universal” o “inconsciente colectivo”; creía en la interrelación entre todos los seres vivos y el Universo, y esto reorientaba los proyectos futuros del naturalista en otra dirección.
          Al parecer, deseaba profundizar mucho más en estos aspectos del ser humano; que los maravillosos documentales sobre la Naturaleza que nos legó, fueron una especie de entrenamiento para acometer con más seguridad y maestría los proyectos referidos. En este sentido, creo  que la serie de películas que estaba filmando en Alaska eran ya una primera incursión en ellos; porque, ciertamente, el meterse de lleno en esa carrera de trineos se puede considerar como un auténtico estudio antropológico: ¿Qué llevaba a un grupo de personas a participar en la aventura de  internarse en inhóspitos bosques, helados, en soledad casi total, solamente acompañados por el pequeño grupo de perros que arrastran el trineo? Perros, no lo olvidemos, descendientes de los lobos, esos mismos que siguen habitando aquellos parajes, y que tanto apasionaban a Félix.
          Acaso fuese, sencillamente, el afán por recuperar algo que parece hemos perdido: la conexión del Hombre con la Naturaleza, con la Madre Tierra, Gaia, que nos ha parido y alimenta, y  a quien nosotros devolvemos sus favores tratándola de manera inmisericorde.
          Félix fue un ejemplo vivo, y en su época nació una multitud de vocaciones. Gran parte de los naturalistas de hoy se forjaron gracias a su trabajo y el de su equipo. Pero, con ello y todo, los poderes que rigen el mundo no han sido tocados por su varita mágica, y siguen buscando el rápido enriquecimiento a costa de la degradación de nuestro planeta,  única casa que poseemos.
          Treinta y cinco años. Siete lustros. Han transcurrido como un soplo y, desde aquel fatídico día en las gélidas latitudes de Alaska, la Tierra continúa llorando la pérdida de tres hombres y el desmembramiento de un equipo consagrado al estudio de la Vida, con mayúsculas; de un equipo de mujeres y hombres ya mítico, porque ellos sí habían reencontrado su conexión con el Todo.
          Que el ejemplo del equipo de “El Hombre y la Tierra” no caiga en el olvido; que sea asumido por quienes tienen en sus manos la posibilidad de hacer las cosas mejor, porque sólo así podrá salvaguardarse la supervivencia de esta especie que, irónicamente, se ha dado a sí misma el nombre de “Homo sapiens sapiens”.
          Félix, Teodoro, Alberto, siempre entre nosotros.