LA FUENTE AMARGA
Javier Bueno Jiménez
Hace aproximadamente dos siglos, en una Castilla de campos sedientos,
vivía una muchacha llamada Aulaga. Su padre era pastor; ella cultivaba un pequeño
huerto además de realizar todas las labores de la casa y atender las exigencias
de su padre. Por los alrededores no abundaban los muchachos casaderos y Aulaga
lo que más deseaba era tener un hijo. Pero manifestar esto en presencia de su
padre era desatar todas las iras de éste, ya que no quería quedarse solo y
desatendido. De esta forma la muchacha era constantemente humillada, y no podía
alejarse sin recibir algún golpe o paliza de su progenitor.
Aulaga, con frecuencia, elevaba sus bellos ojos al cielo, como
reclamando de su madre la protección y el consuelo que nadie le daba.
Un día que la muchacha escardaba los tomates pasó a su lado un joven
llamado Pedro, que tiraba de una mula testaruda; iba camino de Navas del Prado
para establecerse como carpintero. Pidió a Aulaga si podía darle un poco de
hierba y agua para la mula. Ella lo hizo con una bella sonrisa, y además cortó
de la parra dos racimos de uvas que ofreció al
viajero. Éste agradeció la cortesía besando fugazmente las manos de su bienhechora.
Conversaron durante un buen rato, y se
sintieron felices. Se descubrieron el uno al otro.
Intuyeron lo agradable que podría
ser una vida en común y alzaron sus ojos
al firmamento suplicando
una oportunidad al destino.
La muchacha sabía que su padre nunca accedería a que se marchara de allí
ni tampoco consentiría, debido a sus enfermizos celos,
que pudiera desposarse con nadie.
Pedro propuso a la muchacha que se marchara con él pero ella, con
lágrimas en los ojos, le dijo que era imposible. Mientras la consolaba, se
oyeron los gritos del padre que la insultaba desde lejos. Aulaga pidió a Pedro
que se marchara corriendo. Y así lo hizo.
Cuando llegó su padre, comenzó a golpearla y a decirle que le había
deshonrado como una ramera. Ella gritaba que no, que sólo habían hablado y que
su honra estaba intacta. Pero seguía y seguía golpeándola, hasta que, en su
huída, Aulaga tropezó y fue a caer de espaldas junto al brocal de la pequeña
fuente. Su cabeza chocó contra las piedras, y murió de forma instantánea. La
sangre, mezclada con el agua, tiñó de rojo el pequeño manantial. El padre, horrorizado por las
consecuencias de su acción, se dejó caer sobre su cuchillo, dándose muerte.
Esta es la leyenda.
Lo cierto es que, desde entonces, se afirma
que si alguien dice una mentira sobre un
asunto trascendental puede ser descubierto dándole a beber agua de la fuente,
pues sentirá un amargor tan terrible en su boca que no podrá por menos que
escupirla. En cambio, si dice verdad podrá disfrutar del frescor de un agua
deliciosa.
Así nació la leyenda de Fuente
amarga.
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¡ GRACIAS !
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